31 de julio de 2018

HISTORIAS DE FELIPE II


Felipe II disfrutaba mucho en compañía de su familia, pero también era feliz en las largas épocas que decidía estar solo en el campo o en sus palacios rodeado de los tesoros que había ido coleccionando. Al rey le entusiasmaban los jardines y edificios de sus palacios, y siempre quería saber de ellos cuando estaba de viaje, era habitual que escribiese a uno de sus secretarios para hacerle preguntas sobre sus palacios preferidos.

Les preguntaba sobre los faisanes en la Casa de Campo, si necesitaban algo y si era mejor soltarlos todos o parte, o tenerlos allí. También preguntaba sobre si se había apedreado algo en la huerta de las posturas y simientes, y como iban. Además de querer enterarse si en Aranjuez estaban bien las hayas o si se oían los francolines.

Las obras siempre le daban quebraderos de cabeza. Había veces que a Felipe le daba la sensación de que los hombres que trabajaban en sus palacios o eran demasiado activos o no lo eran en absoluto. Quería que sus trabajadores comenzaran la jornada a las ocho en punto, excepto los días que él estuviera allí. Entonces todo el mundo debía guardar silencio hasta que el rey se despertara. Les avisaba de que dormía en la primera cámara, en la cama azul, por lo que no podían dar golpes ni hacer ruidos en la alcobilla y en el cubillo.

Sus peores ataques de mal humor eran para sus arquitectos. Cuando Felipe se enteró de que el arquitecto Juan Bautista había alterado los planes que él había aprobado para el palacio del El Bosque de Segovia, se presentó allí rápidamente. Y no le gustó nada lo que vio.

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