8 de enero de 2018

BEAU BRUMMELL, EL DANDY


El dandismo apareció en Inglaterra a finales del siglo XVIII. El dandy no simplemente iba a la moda, era mucho más, era una forma de vida, una actitud de buena educación, un comportamiento ideal.

Echando la vista atrás, el primer dandy de la historia fue Crisógono, un comerciante de telas romano. Más tarde, el inglés George Bryan Brumell (1778-1840), reconocido como Beau Brummell, un burgués que practicaba el culto al ego y fue el primero en apostar por la importancia de la apariencia física para destacar del resto.

Amigo intimo del príncipe Jorge, que lo introdujo en la alta sociedad londinense, fue nombrado Ministro del Buen Gusto.

Brummell vestía trajes con un corte impecable que le confecciona su sastre particular, los pantalones no hacían ni una arruga. Las camisas blancas se las lavaban en otro condado porque allí el agua, el sol y el aire favorecían que estuviesen impecablemente blancas.

El nudo del pañuelo del cuello, se lo hacia su ayuda de cámara. Reinventó la toilette, bañándose en leche de burra como había hecho Cleopatra. Limpiaba y lustraba sus botas con champán, tenía su disposición tres peluqueros.  Se cambiaba de guantes, especialmente para él, seis veces al día. Estos guantes estaban confeccionados por cuatro artistas especiales; uno para el pulgar y tres para el resto de dedos. Entre una cosa y otra, tardaba nueve horas en arreglarse.

En poco tiempo se fue a pique su fama, gracias a sus excentricidades y excesos. A los treinta y ocho años perdió toda su fortuna y los favores de Jorge IV. Acosado por los acreedores huyó, en 1816, a Calais, Francia. Al final acabo en la cárcel. Después de dos apoplejías, murió sin dinero y medio loco a causa de la sífilis en un asilo para personas sin recursos.

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