13 de abril de 2017

PROCESIONES


En Semana Santa, las procesiones de los cofrades solían visitar cinco iglesias o conventos recordando las cinco llagas de Cristo, en cada uno de ellos recogían limosnas que entregaban los religiosos. Las imágenes podían ir en tronos pequeños llamados carros triunfales, las tallas se podían portar sobre andas, angarillas o parihuelas y cubiertas bajo palio. No iban adornados con flores ni se cantaban saetas, como mucho se escuchaban cantos litúrgicos en latín.

Los nazarenos cargaban con las cruces de madera, otros portaban cirios y disciplinantes con los que se azotaban las espaldas desnudas, imitando la flagelación de Cristo. Las mujeres solían participar alumbrando, y tenían prohibido hablar con los hombres para evitar distracciones y tentaciones. El orden y la disciplina estaban a cargo de los nazarenos denominados alcaldes o fiscales, que llevaban bastones o  varas para golpear a quienes no guardaban el orden. Los cofrades que no participaban en la procesión pagaban una multa que solía ser en especie, por ejemplo, medía arroba de cera.

Las procesiones de disciplinas eran utilizadas para suplicar por el éxito de algunas batallas, guerras, etc. Durante la procesión, mientras los disciplinantes se fustigaban la carne, unos nazarenos llamados conserveros les daban algo de vino y de comer para que aguantases los dolores, los denominados confortadores, con unas bolas de cera con trocitos de cristales incrustados, les reventaban los moratones para que la sangre saliese y así impedir las ulceras posteriores. Al final de la procesión, los confortadores aplicaban aceite de oliva y de romero sobre las heridas de los disciplinantes para evitar que se les infectasen.

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