29 de octubre de 2016

HISTORIAS DE VICTORIA I DE INGLATERRA


En 1819, el año en que nació la reina Victoria de Inglaterra (1840-1901), ninguno de los 7 hijos y 5 hijas de su abuelo reinante, el rey Jorge III, tenía un solo hijo legítimo que pudiese heredar el trono. Victoria, hija de Eduardo, cuarto hijo de Jorge, se convirtió en reina después de la muerte de su tío, Guillermo IV, en 1837.

Miguel Faraday (1791-1867), químico y físico inglés, fue miembro de la Iglesia Sandamaniana, una pequeña secta de los fundamentalistas. Fue invitado a comer con la reina Victoria un domingo del año 1844, lo que significaba para él que tendría que faltar a los servicios de culto. Después de dudar durante un tiempo, decidió que debía obedecer a la reina. Como resultado de ello, sus hermanos de religión le excomulgaron y no le volvieron a admitir hasta que cumplió una será penitencia.

Durante los 40 años siguientes a la muerte de su marido, la reina Victoria ordenó que la ropa de noche de éste fuese puesta todos los días, nuevamente, sobre su cama, en sus habitaciones del Castillo de Windsor.

La cabecilla de la “Conspiración de las Camareras”, en la Inglaterra de 1839, fue la reina Victoria, quien se negó a dejar que Robert Peel, candidato a primer ministro, sustituyera a sus damas de cámara por otras escogidas por él. Peel tuvo que ceder, pero en 1841 llegó a primer ministro con autoridad para retirar a quienes rodeaban a la reina. La Conspiración de las Camareras fue el último intento, con éxito, de un soberano británico por recusar a un primer ministro.

La primera vez que se utilizó la anestesia para paliar los dolores del parto, a finales de 1840, muchos eclesiásticos objetaron que se dijo a Eva en la Biblia: “con dolor parirás los hijos”, como uno de los castigos por comer el fruto prohibido. A pesar de ello, en 1853, la reina Victoria permitió ser anestesiada para dar a luz a su séptimo hijo, y las críticas terminaron. Ninguno de los clérigos tuvo valor para criticar a la reina.


La baronesa Angela Burdett-Coutts, amiga de Charles Dickens y la heredera más rica de su tiempo, dio la mayor parte de su fortuna a causas que consideró dignas, no solamente dotando a iglesias, obispados y becas, sino sosteniendo campesinos pobres en Turquía, construyendo casas modelo en el East End de Londres, pagando un levantamiento topográfico de Jerusalén, patrocinando instituciones benéficas para la protección de los aborígenes australianos, proporcionando campanas para la Catedral de San Paulo, etc. Cuando la reina Victoria la hizo noble, en 1871, fue uno de los casos enormemente raros en que una mujer recibió este honor no por ser amante de un rey, sino por sus méritos.

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