5 de agosto de 2016

EL PUENTE DEL CLÉRIGO (LEYENDA DE MÉXICO)


En el año 1649, el lugar donde sucedió esta historia era solamente un llano en el que se levantaban unas cuantas casitas formando parte de la antigua población de Santiago Tlatelolco (México). Cruzando la acequia de Texontlali, cuyas aguas desembocaban en la laguna, había unas casas en una de las cuales y cruzando el puente que sobre esa acequia existía, fabricado de mampostería con un arco y una balaustrada, vivía un religioso que se llamaba Juan de Nava, que daba misa en el templo de Santa Catarina.

Este sacerdote tenía una sobrina a su cuidado, muy guapa, y con la edad de encontrar un buen marido, esa joven se llamaba Margarita Jaúregui. La sobrina tenía un pretendiente portugués llamado Duarte de Zarraza, ambos se conocieron en una fiesta. Bastó poco para enamorar a Margarita; sus regalos, sus piropos, su continua presencia, tenía encandilada a la muchacha.

El tío de Margarita, investigó a don Duarte y supo que en Portugal, además de deudas, había dejado a dos mujeres y a sus dos hijos. En la capital de Nueva España, tenía varias amantes y andaba en amores con diez doncellas. Por esas razones y muchas más el cura prohibió a su sobrina que tuviera algo con el portugués. Ellos continuaron con su amor a escondidas.

Tanto prohibió el sacerdote su amor, que don Duarte se propuso quitárselo de encima. El 3 de abril de 1649, don Duarte convenció a Margarita para huir y casarse en la Puebla de los Ángeles, a escondidas de su tío. Ese día Duarte de Zarraza, que se encontraba hablando con Margarita en la ventana de la casa, vio venir al cura y sin decir nada, se alejó de la ventana y corrió hacia donde venía el cura, el puente de Texontlali. No se sabe de qué hablaron, Duarte sacó un puñal y lo clavó en el cráneo del cura.

El cura cayó herido de muerte y el portugués lo arrastró unos pasos y lo arrojó a las aguas de la acequia por encima de la balaustrada del puente. Duarte se escondió y después huyó a Veracruz, en donde permaneció durante un año. Pasado ese tiempo volvió y fue a visitar a Margarita para pedirle que huyera con él.

Esa noche se encaminó a casa de la joven. Llegó al puente de la acequia, pero no consiguió cruzarlo vivo. A la mañana siguiente los primeros que pasaron encontraron al portugués muerto, desfigurado el rostro con una mueca de terror. Estaba tendido, estrangulado por un esqueleto cubierto con una sotana hecha jirones. Las manos del cura don Juan de Nava, estaban pegadas al cuello de Zarraza, llevaba el puñal clavado al cráneo.

A esa calle y al puente se le conoció durante mucho tiempo como la calle del “Puente del Clérigo”. Hoy conocida por 7a., y 8a., de Allende.

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