4 de julio de 2016

EL AMOR SEGÚN PLUTARCO


Plutarco (46-120 d. C.) fue un historiador y filósofo griego, escribió sobre temas diversos y ocupó puestos diplomáticos y religiosos muy importantes a lo largo de toda su vida. Su obra más importante fue “Vidas paralelas”, consta de cuarenta y cuatro biografías agrupadas en parejas. En su obra “El Erótico”, varios personajes exponen sus ideas sobre el amor de la relación entre una joven viuda llamada Ismenodora y un joven llamado Bacón, hijo de una de sus íntimas amigas. Además de hablar de la relación de la pareja, hablan del amor en general.

Uno de los personajes cree que el amor conyugal es necesario para tener hijos, pero entiende que el amor verdadero no existe y que no es posible amar a una mujer. El deseo sexual entre hombre y mujer no colma el plano del placer y la sensualidad, y no merece llamarse amor, que es un sentimiento dirigido a un alma bella que comienza por la virtud y conduce a la virtud. El verdadero amor es el que inspiran los muchachos y el amor por las mujeres debería prohibirse. Dice otro de los personajes que el amor por los muchachos y por las mujeres es uno y el mismo.

Plutarco opina que Afrodita, por medio de Eros, hace de la atracción entre los sexos una unión afectiva de los corazones. El entusiasmo amoroso nos guía hacia los muchachos honestos y las mujeres pudorosas, y comparado con él no hay nada más vivo y ardiente. Una vez que el furor amoroso se apodera de alguien, no hay otra cosa que pueda dominarlo. Junto al ser amado, uno se transporta, y lejos de él se hunde en lamentaciones. Los placeres de la carne, sin amor, se quedan en poca cosa y se puede comprar por un dracma. Nadie padecería peligros y fatigas si no estuviese enamorado. Eros es el único dios ante cuyas órdenes se inclina el propio Hades y es superior en poder incluso a Ares.

Sigue diciendo: la homosexualidad es un placer infame, híbrido, con el que Afrodita no tiene nada que ver. El respeto mutuo, que tan necesario es en el matrimonio, debe ser la preocupación constante de los esposos. Las mujeres, al menos las mujeres legítimas, la maternidad despierta la ternura de sus maridos así como una suerte de inclinación común en los grandes misterios. El placer sensual es poca cosa pero tras él se desarrolla a diario entre los esposos la consideración, la confianza y la ternura. La inteligencia, el valor, la audacia, la justicia, la fidelidad… son virtudes femeninas y no solo masculinas. La amistad es incompatible con la naturaleza femenina.

Continúa diciendo que las mujeres aman con ternura a sus hijos y esposos. En el matrimonio, amar es un bien mayor que ser amado y es la mejor manera de evitar muchos problemas. El amor inspirado por una compañía verdadera, no solo conserva su vivacidad cuando la esposa tiene arrugas y el cabello blanco, sino que va más allá de la muerte.

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