4 de junio de 2016

ORIGEN DEL CORSÉ


La costumbre de modificar y mejorar el contorno del cuerpo de la mujer se originó en Creta hace cuatro mil años, se conoce el dato gracias a una estatuilla de la diosa serpiente que luce un armazón de placas de cobre con las que se ajusta las faldas a las caderas para acentuar y moldear su cintura.

Homero cuenta que la diosa Venus se ceñía un cinturón bordado por encima de la túnica, algo que admiraban en ella los demás dioses y héroes de la civilización clásica. Sigue diciendo Homero que la diosa Juno se puso un cinturón a modo de corsé, con él sedujo a Zeus.

Más tarde las mujeres guardaban en sus corsés: venenos, pociones, regalos, cartas comprometidas, elixires, etc. Esos corsés o bandas de tela de distintos colores se llamaban, en Roma, “fascia”. Algunas de ellas estaban fabricadas en piel.

En la Edad Media dejaron de usarse, volviendo tiempo después, ocasionando en muchas mujeres problemas médicos, ya que no sólo deformaban el cuerpo, sino que al apretarlas tanto, les era difícil respirar y les provocaban, además, problemas circulatorios y hepáticos.

En el siglo XIV, en la corte de Borgoña, se volvió a poner de moda el corsé, pero esta vez encima del vestido. En España, en 1550, las señoras españolas abusaban del corpiño apretado, reforzado con planchas de madera y hierro. Ese corsé les oprimía el pecho, pues en ese momento se imponía la moda “pecho liso”.

La moda del corsé se extendió tanto en Francia que en tiempos del Imperio napoleónico lo llevaban incluso los hombres. En 1875 la tendencia fue resaltar el pecho y alargar el corsé. En 1900, el corsé de delantera lisa, cuyo propósito era aplastar el estómago. Tiempo después llegaron la faja y el sujetador.

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