24 de junio de 2016

CAMPAMENTO DE UN BUSCADOR DE ORO AMERICANO


Según algunos testimonios de ese tiempo, los campamentos de los buscadores de oro americanos eran un auténtico infierno, cloacas siempre al borde del salvajismo. Las colinas, despojadas de sus árboles, no retenían el lodo en invierno, por eso no era nada raro que los deslizamientos de tierra sepultases las tiendas de campaña.

No existía ninguna higiene. Los mineros, al atardecer, simplemente se quitaban las botas y las utilizaban como almohada, con frecuencia pasaban tres o cuatro meses sin lavar su ropa ni su vajilla. Los piojos abundaban hasta el punto de que los mineros se rascaban la piel con un cuchillo, para quitárselos de encima.

Las ratas eran tan numerosas y tan agresivas que los mineros para protegerse, encerraban en el interior de sus tiendas, durante el día, serpientes o gatos salvajes. Los hombres caían como moscas. Sus cadáveres eran abandonados al aire libre, fuera de los campamentos, para que fueran pasto de las hienas.

Al atardecer se les encuentra en las mesas de juego de los campamentos, o en la ciudad, en los burdeles de Sonora, de Angels Camps o de Nevada City, como si el oro arrancado a la tierra les quemase los dedos, como si necesitasen deshacerse de él lo más rápido posible para recomenzar la búsqueda al día siguiente.

Reunidos en torno al fuego del campamento, cuáqueros, mormones, anabaptistas, presbiterianos y socialistas utópicos discutían sin parar sobre el mundo ideal. Los buscadores de oro eran a la vez iluminados y forajidos.

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