5 de marzo de 2016

ALEXANDER PEARCE, EL CANIBAL


Alexander Pearce (1790-1824) nació en Irlanda, su infancia y su juventud no fueron fáciles, ya que paso toda clase de necesidades, escogió la delincuencia para sobrevivir. En 1819 fue detenido después de haber robado seis pares de zapatos, fue condenado a cumplir siete años en una prisión australiana. De inmediato fue embarcado con destino al penal de la isla de Sarah, cerca del puerto Macquarie, al oeste de Tasmania.

Los primeros meses preso fueron muy duros para él. El trabajo de los presos era en la talar pinos y cortar la madera que serviría después para las empresas navieras de la zona, para la construcción de buques. Alexander intentó escapar en tres ocasiones, no le salió bien, y fue capturado y castigado con dolorosos latigazos.

En 1822, Alexander intentó de nuevo la huida. Los vigilantes no se dieron cuenta de que ocho presos habían robado un bote y sorteando a los guardias, Alexander Dalton, Thomas Bodenham, William Kennerly, Matthew Travers, Brown Edward, Robert Greenhill y John Mather huyeron. Llevaban provisiones para una semana y un hacha de leñador.

Las intenciones de los fugados eran llegar a una lugar tranquilo y empezar una nueva vida. Sus planes se desbarataron cuando el bote se hundió y los presos tuvieron que nadar hasta llegar a tierra. Al llegar venía lo difícil ya que hasta el próximo pueblo debían recorrer unos doscientos cincuenta kilómetros.

Durante ocho días caminaron por tierras inexploradas, desesperados, muertos de hambre, sin posibilidad de encontrar comida. Ante esta situación, empezaron a pensar en que la única solución sería practicar el canibalismo entre ellos.

Una noche Greenhill, llamó a Pearce y Travers, para recordarles que Dalton había sido un chivato en la cárcel, cosa muy mal vista entre los presos. De esa manera Alexander Dalton se convirtió en el primero en ser degollado y comido por Greenhill y Travers, a los demás les fue imposible probar bocado, llegando incluso a vomitar.

Brown y Kennerly, horrorizados por el asesinato, y pensando que les iba a pasar lo mismo, huyeron y fueron perseguidos por el resto de la banda, con miedo a que contasen algo si sobrevivían. No consiguieron cazarlos, así que no lo siguieron intentando y se fueron en otra dirección.

Los dos presos llegaron unos días más tarde a un pueblo, pero no pudieron contar nada, agotados y asustados, murieron en pocos días.

En 1822, Greenhill le atizó un hachazo en la cabeza a Bondenham, y de nuevo se lo comieron los demás. El próximo en morir sería Mather. Ya solo quedaban tres. A Travers le picó una serpiente tigre, durante cinco días, Greenhill intentó salvarle la vida, Travers consciente de que iba a morir, les dijo a sus compañeros que acabasen con él, así lo hicieron.

Los dos únicos supervivientes, desconfiaban uno del otro. En un descuido Greenhill se durmió, en la octava noche en vela y Pearce cogió el hacha y se la incrustó en la cabeza a su supuesto amigo.

Al poco tiempo llego a un pueblo donde un pastor le dio cobijo y comida. Una vez fuerte de nuevo, viajo a otra población donde se mantuvo robando en granjas. Después de algunas denuncias fue detenido y encarcelado. Durante el interrogatorio lo confesó todo. Nadie lo creyó.

En 1823 regresó a la cárcel de Macquaire de la que escapó acompañado de Thomas Cox, al que se comió. Al volverlo a capturar, entonces si dieron crédito a su confesión, ya que encontraron restos humanos mutilados, además de carne seca humana en los bolsillos de Pearce.

Fue condenado a muerte y ahorcado el 19 de julio de 1824. Su cabeza se puede ver hoy en día en la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia en Estados Unidos.

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