15 de febrero de 2016

USO DEL ORO EN MEDICINA (CRISOTERAPIA)


Desde antes de Jesucristo, el oro ya formaba parte del tratamiento de algunas enfermedades. Cuenta la leyenda que Cleopatra dormía con una máscara de oro para purificar la piel de su rostro.

En tiempos de Plinio se empleaba el oro como remedio y tiempo después la medicina árabe la incluyó en su farmacopea, desde entonces se fue usando continuamente. Se conserva una factura de la corte del rey Luis XI de Francia, certificando que el monarca, por orden de unos médicos, debía beber oro contra el mal de San Vito que tenía. Para fabricar ese brebaje se emplearon noventa y seis doblones de oro.

En la obra “De triplici vita”, que se publicó en 1489, se conserva una cuenta de Marsilio Ficino que dice: “Todos los autores recomiendan el oro como el medio más suave y más libre de toda corrupción entre todas las materias conocidas. A causa de su brillo estaba consagrado al Sol, por su semejanza con el astro Júpiter. Por esta razón es capaz de templar maravillosamente el calor con la humedad y conservar de la corrupción los humores corporales. Es capaz de llevar, junto al calor del sol, el calor jupiterino o las distintas partes del cuerpo”.

“Es preciso, con este fin, que el estado sólido del oro se haga más suave y más apto para ser absorbido. Sabido es, en efecto, que los medicamentos que ejercen influencia sobre el corazón, lo hacen cuando la fuerza activa que poseen sufre lo menos posible. Para que el organismo sufra lo menos posible, es preciso preparar la dosis de la manera más suave posible, o sea la más mínima; lo mejor sería, pues, que el oro líquido pudiera prepararse desprovisto de toda materia extraña. Eso sólo se puede conseguir pulverizando el oro y hecho láminas finas”.

“Explicaré, pues, cómo se puede obtener oro líquido: Se cogen las flores de corago, buglosa y melina, en el momento en que el sol entra en Leo. Se hierven estas flores en agua de rosas, con azúcar blanco diluido en agua, y por cada onza de este brebaje se añaden tres laminillas de oro, ingiriéndolo en ayunas con un poco de vino blanco”.

En este mismo libro se cuenta: “Al oro le correspondía cierto papel en la viruela. Era preciso cubrir el rostro afectado con una fina lámina de oro, y la fuerza radiante y estelar del oro anulaba la obra destructora de las pústulas malignas. Así procedieron los médicos con la esposa del general Miklos Berchényi cuando enfermó de viruela”.

El resultado debió de dejar mucho que desear, ya que el cronista Kaleman MIkes dice en una de sus cartas literarias, del 28 de diciembre de 1718: “Se suele curar a las damas distinguidas de otra manera que a las demás. En cuanto cayó enferma la esposa de Berchényo, hubo consejo de muchos médicos, y cada cual proponía otra cosa para que las viruelas no se vieran y la belleza se conservase, por lo que le cubrieron la cara con una fina lámina de oro, haciéndole una máscara.

Tuvo que permanecer así durante algún tiempo, pero al fin fue preciso quitarle el oro, pues es imposible pasearse con la cara dorada, ya que, a pesar de todo, la cara de color de rosa gusta más que la dorada. Entonces surgió una gran dificultad, ¿Cómo quitarle la mascarilla? Emplearon sin éxito toda clase de líquidos por lo que fue preciso quitarla con un punzón, poco a poco y por partes. Consiguieron sacárselo todo, pero el oro se había secado tanto en la nariz que la labor resultó todavía más difícil. Por fin lo lograron, si bien la nariz se le quedó completamente negra. Por esta razón no podría recomendarle a nadie que se hiciera dorar la cara”.

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