26 de enero de 2016

ACUEDUCTOS, PUENTES Y CLOACAS EN LA ANTIGUA ROMA


Una de las obras más características de la ingeniería romana fue el acueducto, que sirvió para el abastecimiento de agua a las ciudades. Su función era transportar el agua de los manantiales o embalses, que estaban situados en lugares altos (montañas, valles…), hasta la ciudad, donde se canalizaba y se distribuía a través de unas tuberías de plomo hasta las fuentes.

Su estructura consistía en un canal, por el cual discurría el agua, estaba elevado sobre unos pilares muy gruesos que estaban unidos entre sí por unos arcos. Si el terreno lo requería, se construían varias hileras de pilares con arcos superpuestos. Como el agua tenía que circular continuamente, lo construían con una pequeña pendiente de arriba abajo.

El alma del acueducto era el specu o canal, medía unos dos metros de alto por noventa centímetros de ancho. El techo podía ser en uve, de forma de arco de medio punto, o plano. La resistencia del acueducto requería de unos cimientos gruesos y muy bien anclados en el suelo.

La realización de un puente era dirigida por expertos que fijaban el radio de cada arco y la posición de cada piedra. Después de construir los pilares, se realizaba un armazón de madera que era el que soportaba el peso del arco. Estos puentes eran muy importantes para los romanos, ya que les ayudaban a unir orillas de un río, o los extremos de valle y montañas, de esa manera era más fácil acceder a algunos lugares que de otra manera era imposible llegar.

Las cloacas, en el subsuelo de las ciudades romanas, recibían las aguas residuales que se vertían a través de las alcantarillas de la ciudad. Esos túneles subterráneos eran amplios y altos. Las cloacas desembocaban en los ríos más cercanos y en su extremo final se instalaba una reja, con lo que impedían que algún ciudadano se introdujese por ellas.

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