9 de octubre de 2015

LA MUERTE DE ENRIQUE II DE FRANCIA


Entre los muchos eventos que se celebraron en la boda de Isabel de Valois (1546-1568), la hija de Enrique II (1519-1559), rey de Francia, con Felipe II de España (1527-1598), se celebró un torneo en el que participó el monarca francés. En uno de los combates se enfrentó con Gabriel, conde de Montgomery y capitán de guardia, la mala suerte quiso que resultase gravemente herido.

Una astilla de la lanza de su oponente penetró por uno de los finos huecos que permitían la visión a través de la celada del rey, y fue a parar a su cerebro, a través de su ojo. Una crónica decía:

“En la primera carrera, ambos jinetes rompieron sus lanzas pero se sostuvieron sobre las monturas a pesar del ímpetu del encuentro. Cambió el rey su lanza y sorprendentemente, el conde de Montgomery, distraído, conservó el fragmento del asta rota en sus manos. En el segundo choque, esta parte de la lanza resbaló en la coraza del rey, y levantando la visera, le alcanzó la parte superior del rostro. Entre las dos cejas”.

Malherido se puso al monarca en manos de los mejores médicos y cirujanos. Felipe II envió a Andrés Vesalio, el más famoso médicos de la época, y a Ambroise Paré, el padre de la cirugía moderna. Ambos diagnosticaron os daños y decidieron el mejor tratamiento para el rey. Llegaron a la conclusión de que la única solución era trepanar el cerebro del monarca francés.

Antes de la operación se ensayó con varios voluntarios. Los elegidos fueron cuatro condenados a muerte del Grand Chastelet. Reprodujeron en ellos el daño que tenía el rey, metiéndoles una astilla por el ojo, luego intentaron curarlos. Ninguno de ellos sobrevivió. Una vez muertos, los cirujanos analizaron la lesión, para tener una idea de la lesión del rey. No les sirvió de nada. Enrique II sufrió un coma y murió diez días después.

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