5 de octubre de 2015

EL CALIFA CIGÜEÑA (LEYENDA ÁRABE)


Por muy pocas monedas, el califa Chasid había comprado un cofrecito que contenía un polvo negro y una vieja carta escrita en latín. Su primer ministro, el gran visir, le aconsejó que tradujera la carta, por si decía algo interesante.

La carta decía así: “¡Oh, hombre que has encontrado este cofre, agradécele a Alá! Si aspiras este polvo y luego dices la palabra mágica “MUTABOR”, podrás transformarte en cualquier animal y entender su lenguaje. Luego, si quieres volver a la forma humana, tienes que inclinarte tres veces hacia Oriente y repetir la palabra mágica. Pero no te rías durante la transformación. Si lo haces, olvidarás la palabra y quedarás por siempre jamás”.

Cuando el traductor se fue, el califa y su visir hicieron grandes planes para divertirse cuando se transformaran en algún animal.

Salieron a caminar por la plaza, y cuando vieron en un estanque un par de cigüeñas quisieron probar los poderes del polvo mágico y, sin pensarlo dos veces absorbieron un poco cada uno y dijeron “MUTABOR”. Al instante se transformaron en dos hermosas cigüeñas. Siguieron su camino conversando ahora en la lengua “cigüeñil”, hasta que se encontraron con dos cigüeñas de verdad y, deteniéndose a cierta distancia, escucharon lo que hablaban:

-¿Así que hoy vas a un baile? –le dijo la que parecía más vieja a la otra.

-Sí. Por eso quiero ensayar unos pasos antes de que llegue la hora. –Y sin ningún reparo se puso a dar saltitos de aquí para allá. Tan cómica resulto la cigüeña bailarina, que el califa y el visir no pudieron aguantar la risa, asustando a las cigüeñas, que se fueron volando.

Justo en ese momento recordaron que no debían reírse, y por más que lo intentaron no pudieron recordar la palabra mágica. Quisieron ser cigüeñas y cigüeñas se quedaron.

Víctimas del hechizo, vagaron por el campo, sin saber qué hacer, hasta que un día, desde lo alto de un campanario, vieron avanzar un gran cortejo, vitoreado por la multitud.

-¡Viva Mizra, el señor de Bagdad! –gritaban todos.

Las dos cigüeñas se miraron y entendieron…

-¿Entiendes ahora, gran visir, por qué hemos sido encantados? Este Mizra es el hijo de mi peor enemigo; el mago Kaschnur. Ven, vamos a la tumba del Profeta, quizá en ese lugar sagrado podamos romper el hechizo.

En la primera noche de su viaje descansaron en un castillo abandonado, que en otros tiempos debió ser muy distinguido, pues todavía quedaban restos de su esplendor.

Ya estaban casi dormidos cuando fueron sobresaltados por un llanto muy suave que llegaba de algún lugar cercano. Se dirigieron al lugar y encontraron una lechuza, de cuyos enormes ojos resbalaban las lágrimas.

-¡Oh –dijo el horrible animal- vosotros sois mi salvación! Aquella lechuza era una princesa de la India, a quien el maligno mago Kaschnur había transformado, porque no quiso casarse con su hijo Mizra.

Al escuchar la triste historia, el califa se conmovió y le pregunto qué podía hacer el para desencantarla.

-Cuando me trajo aquí el horrible mago me gritó: “Así quedarás para toda la vida, Sólo podrás volver a tu estado normal si alguien te pide en matrimonio.

El califa no dudo ni un instante y allí mismo, le ofreció desposarla. Agradecida la lechuza, les contó que a ese mismo castillo solía venir el mago Kaschnur con otros malvados como él para contarse las últimas maldades cometidas, y que, precisamente, esa noche, al ocultarse la luna, tendría lugar una de esas reuniones.

Guiados por la lechuza, el califa y el visir llegaron hasta una ventanita desde donde podían ver una amplia sala. Allí estaban, sentados alrededor de una mesa, todos los magos y hechiceros, regocijándose de las maldades que habían hecho en los últimos tiempos.

Kaschnur contó lo que le había hecho al califa y al visir. Todos lo celebraron y rieron todavía más cuando les dijo que la palabra que se habían olvidado era nada menos que “MUTABOR”.

El califa y el visir se miraron y repitieron la palabra mágica inclinándose tres veces hacia Oriente. La transformación fue inmediata, y cuál no sería su sorpresa cuando, al darse la vuelta para agradecer a la lechuza el favor que les había hecho, vio a una hermosa joven.

Cuando el pueblo se enteró de la maldad de Kaschnur y de Mizra los desterró y devolvieron el poder al buen califa y al gran visir. Tres días después Chasid contraía matrimonio con la princesa hindú.

2 comentarios :

Erna Ehlert DICE




Me encantan tus historias!!!


Saludos

Ana DICE

Erna, muchísimas gracias!!! Besos.