1 de septiembre de 2015

THERÍACA, EL ANTÍDOTO PERFECTO


En la antigüedad había una obsesión por los envenenamientos, sobre todo entre la gente poderosa. Los esclavos eran los encargados de probar cualquier alimento, antes que sus señores, en busca de ese veneno. Ante esos temores intentaron buscar el antídoto perfecto.

Teofrasto de Ereso (872 a. C.-287 a. C.) decía: “Parece que algunas drogas son tóxicas debido a la falta de familiaridad, y quizá sea más exacto decir que la familiaridad les quita su veneno, porque dejan de intoxicar cuando nuestra constitución las ha aceptado y prevalece sobre ellas”.

Por esa razón, la “Theríaca” o “Triaca” (polifármaco), era un remedio contra el envenenamiento producido con dosis adecuadas de múltiples venenos. El opio formaba parte de todos los preparados, fue durante el Imperio romano un bien de precio controlado, con el que no se podía especular. El 15% de la recaudación fiscal de la ciudad de Roma provenía de la venta de opio. Todos los emperadores utilizaban cada día triacas.

Anterior a todos ellos fue Mitrídates VI (120 a. C.-63 a. C.), Mitrídates el Grande, fue uno de los grandes enemigos de Roma, a finales de la República, y un gran experto en venenos. A la muerte de su padre huyó de la Corte, siendo todavía un niño, temiendo por su vida. A los veinte años regresó para asesinar a su madre y a su hermano, pero a su hermana le perdonó la vida, luego se casó con ella.

Una vez en el trono, gobernó veintidós naciones y hablaba los idiomas de todas ellas. Fue un experto en venenos que probaba sus efectos con delincuentes y con él mismo. Descubrió la triaca perfecta, en su honor recibe el nombre de “mitridato”.

Era tan eficaz que, ante el miedo de ser capturado por los romanos, a los que había provocado duras derrotas, debió pedir a uno de sus oficiales que le matase con una espada, ante la imposibilidad de envenenarse a sí mismo.       

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