26 de agosto de 2015

VIAJE DE REGRESO DE LA FLOTA DE LAS INDIAS


Una vez realizadas las negociaciones, los mercantes de ambas flotas, la de Nueva España y la de Tierrafirme, debía dirigirse hacia La Habana, donde les esperaban los buques de guerra de escolta. Desde allí se emprendía el viaje de regreso a España.

Los buques iban llegando lentamente, mientras la actividad en el puerto no paraba. El tiempo se aprovechaba para reparar y preparar las naves para la larga navegación. Muchas veces esta espera se hacía interminable y venía ocasionada por desacuerdos entre los comerciantes.

En ocasiones había que esperar un solo buque que se había quedado rezagado. Mientras era preciso pagar los jornales de los marineros, mantener los buques inactivos, aguantando el oleaje y ver como se deterioraba la carga de productos perecederos.

Había que partir antes del 10 de agosto, ya que en caso contrario ocurriría un desastre en el Canal de la Bahama. Si para esa fecha no había logrado prepararse el viaje de vuelta, se retrasaba hasta el año siguiente. En ese caso se procedía a descargar la plata para almacenarla en los fuertes.

El viaje de regreso era mucho más peligroso que la venida, ya que aparte del riesgo de huracanes y temporales estaba el peligro de la piratería, que aumentaban en proporción con el valor de la carga que se trasportaba; el tesoro real (plata procedente de impuestos y tributos cobrados) y las remesas de los comerciantes. La ruta de regreso terminaba además en un embudo, que era la boca del Guadalquivir, de muy fácil acceso desde los puertos europeos.

Cuando todo estaba listo, se hacía aguada, se cargaban los víveres para la travesía, y se daba la orden de partida. Los buques volvían a colocarse en posición de travesía. No se enviaba ningún navío de aviso a la Península, para no alertar a los piratas. en la metrópoli no se sabía nunca la fecha de regreso de las flotas. La primera noticia de su regreso era verlas llegar a San Lúcar.

Desde La Habana se dirigían al Canal de la Bahama, siempre amenazante. En su fondo reposaban multitud de galeones cuyos hundimientos se contaban siempre por los marineros. Pasado el Canal se ponía rumbo hacia Europa.

El peligro de los corsarios y piratas aumentaba al llegar a las Azores. A veces se enviaban buques de guerra de refuerzo a estas islas, para esperar la llegada de las flotas. Desde las Azoras se dirigían a Portugal. No era rara una escala en el Algarve para descargar el contrabando.

Finalmente se alcanzaba el suroeste español y por último a San Lúcar, desde donde los galeones comenzaban a remontar con dificultad el Guadalquivir para llegar al puerto fluvial de Sevilla. En Sevilla se descargaba la mercancía, se contaba la plata, se cobraban los impuestos, se pagaba a la marinería y se devolvía el armamento al arsenal. El numerario empezaba una larga ruta hacia los centros industriales europeos, que fabricaban las manufacturas que se comprarían para la siguiente flota.

En el siglo XVII la mercancía procedente del Pacífico tardaba un año en llegar a España y dos la que venía de Filipinas. El viaje de ida y vuelta de España a México se hacía en un año, ya que se tenía que contar con la espera de la formación de las flotas.

A partir de 1740 no hubo más flotas a Tierrafirme y sólo algunas a Nueva España. El último parte de llegada de las flotas se firmó en 1778 cuando se dio el Reglamento de Libre Comercio.

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