20 de agosto de 2015

MONJAS POSEIDAS


Durante el reinado de Felipe IV, surgieron las conocidas como beatas o monjas iluminadas, mujeres, que casi siempre alejadas del dogma de la Iglesia, buscaban una meditación interior que las llevara hasta Dios. El Santo Oficio las vigilaba de cerca, ya que consideraba sus prácticas cercanas a la herejía. Algunas de esas monjas tenían la aprobación del pueblo, de la nobleza e incluso de la Corona, convirtiéndose en asesoras del rey y sus favoritos.

Muchas de ellas fueron veneradas a pesar de no llegar nunca a alcanzar la gloria de los altares. La mayoría de los religiosos las consideraban servidoras del diablo. Algunas llegaron a ser consideradas maestras espirituales y muchos devotos seguían sus actos como si fueran santas.

Su “santidad interior” se exteriorizaba entrando en trance, dando saltos de placer, gemidos, estigmas, visiones, revelaciones, profecías o curaciones milagrosas, llegando incluso a alguna posesión diabólica.

En el convento madrileño de la Encarnación Benita o San Plácido (a pocos metros de la Plaza del Callao), hubo un supuesto caso de posesión diabólica. Este convento fue fundado, en 1624, por fray Francisco García Calderón, un clérigo de pasado indecente, y Teresa Valle de la Cerda, que pertenecía a una influyente familia de España.

Unos quince meses después de la fundación del convento, empezaron a suceder una serie de fenómenos extraños. El prior, la abadesa y la mayoría de las monjas, le dieron la culpa a la presencia del demonio. El 12 de septiembre de 1625, la hermana María Luisa empezó a notar los primeros síntomas de la posesión. Comenzó a comportarse de manera rara, blasfemando, gesticulando y golpeándose. La llevaron a la enfermería, y al ver que sus síntomas eran los de una endemoniada, el sacerdote decidió exorcizarla. Luisa María afirmó que no sólo ella había tenido demonios en su cuerpo, sino que otras monjas también, señaló especialmente a Teresa Valle de la Cerda.

El 29 de septiembre del mismo año, otra monja, Josefa María, también fu víctima de una posesión. Esta vez la posesa lanzaba profecías, incluso políticas. Después de estas dos posesiones, se vivió una especie de contagio y 22 monjas estuvieron, o se creyeron poseídas.

Al final el Santo Oficio decidió abrir una causa  en 1631, contra las monjas de San Plácido, fray Francisco, Teresa Valle y su hermana Isabel. Después de un largo proceso, fray Francisco fue acusado de alumbradismo y de cometer actos pecaminosos con las monjas, ingresó en prisión perpetua, y fue castigado con ayunos y disciplinas. Teresa Valle y su hermana Isabel a permanecer encerradas en el convento de Santo Domingo el Real de Toledo durante cuatro años (al final no lo cumplieron). El resto de monjas fueron repartidas para evitar que se repitiera lo mismo.

0 comentarios :