12 de agosto de 2015

MARIE ANGELIQUE, LA NIÑA SALVAJE


En septiembre de 1731, una niña de unos 10 años llegó al poblado de Sogny-aux-Moulins, Francia. Estaba descalza, vestida con pieles de animales y llevaba un trozo de calabaza a modo de sombrero. Armada con un garrote, mató a un perro que un campesino había animado a atacarla. Cuando la capturaron, se descubrió que tenía los pulgares muy desarrollados y que su piel, bajo la mugre, es blanca. Parece esquimal.

La niña no hablaba. Su alimentación se componía de pequeños animales que atrapaba y comía crudos. Un tiempo después, la niña aprendió a hablar y de este modo se conocieron algunos detalles de su vida.

Contó que durante su vida salvaje tuvo como compañera a otra niña, parece ser que negrita, a quien le rompió el trineo durante una pelea (algunos campesinos confirmaron haber visto e intentado “capturar” a una niña de color). También contó que una mujer le había dado ropa, ya que anteriormente había vivido desnuda. Contó que recordaba a un gran animal que vivía en el agua y haber cruzado el mar en dos ocasiones.

La niña no se acostumbró a la vida civilizada, no le gustaba la comida, perdió los dientes y enfermaba con frecuencia. Los médicos, sin saber qué hacer, le practicaban sangrías con frecuencia para debilitar su naturaleza salvaje (casi la matan).

Al final, ingresó en un convento parisino, donde se dedicó a hacer flores artificiales. Madame Hecquet, escribió sus memorias, con ello la niña salvaje obtuvo algo de dinero. Murió en 1775 y fue enterrada bajo el nombre de Marie-Angelique Memmie LeBlanc.

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