28 de mayo de 2015

JUICIOS DE DIOS EN LA EDAD MEDIA


No siempre los delitos podían probarse, en ocasiones era muy difícil saber si una persona era culpable o inocente de un delito. Se suponía que Dios era el juez más justo, y que debía ser Él, el que aclarara los delitos. Para ello se instituyeron en la Edad Media, los "Juicios de Dios" o "Ordalías", . Estos Juicios eran: la prueba de las candelas, la de agua caliente, la del agua fría y la del hierro caliente.

La de las candelas era la más neutral; se enfrentaban en igualdad de condiciones acusador y acusado, y cada parte estaba representada por una candela hecha con cera de cirio pascual. Era culpable la persona cuyo cirio se consumiera primero.

La prueba del agua caliente consistía en la extracción por el acusado de unos cantos o piedras de un recipiente con agua hirviendo; la culpabilidad o la inocencia dependían del estado que presentaban las quemaduras unos días después.

La prueba del agua fría es la que ofrecía más facilidades para que una persona demostrara su inocencia (bastaba con ahogarse), aunque no daba ninguna garantía de salir vivo y sin castigo. Se arrojaba al sospechoso a un pozo y debía permanecer toda la noche. Lo que señalaba la inocencia era la muerte en el agua; el flotar equivalía a culpabilidad.

La del hierro caliente era la más extendida. Se solía reservar a las mujeres, como sistema de probar la inocencia en los casos de abortos provocados, hechicería, asesinato del marido, acusaciones de alcahuetería o prostitución. El hierro medía cuatro pies de alto, un palmo de largo y dos de ancho, y se calentaba hasta que se ponía al rojo vivo. Ese hierro era bendecido previamente por un sacerdote. El acusado cogía el hierro, que calentaban un cura y un juez, metiendo la mano por debajo, lo llevaba de esa manera nueve pasos y lo depositaba suavemente en el suelo.

Una vez soltado el hierro, el juez recubría la mano del acusado con cera, sobre la que ponía estopa o lino, y la vendaba con un paño. El mismo juez le acompañaba a su casa, y a los tres días se le examinaba la mano. Si estaba quemada se le declaraba culpable; también lo era si las ampollas supuraban agua al ser pinchadas.

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