19 de julio de 2014

EL BUDÍN DE MICHEL


Durante la Segunda Guerra Mundial, un chico adolescente llamado Michel salió huyendo de Francia a causa de la invasión alemana. Buscó refugio en Inglaterra, se alojó en casa de una familia de clase acomodada, los Forsyth. Durante el tiempo que estuvo allí, trabó una gran amistad con el hijo de la familia, Eddy, ambos tenían una edad similar. Michel, embelesó a su nueva familia, cuando elaboró un budín originario de su país.

Cuando terminó la guerra, Michel regresó a su país y se perdió la comunicación entre él y su nueva familia inglesa. Su amigo Eddy viajó a Francia, intentó encontrar a su amigo de todas las maneras posibles, pero no lo consiguió. Tenía tan presente en su memoria el sabor del budín, que busco una panadería donde lo vendieran, pero no lo encontró.

El último día, pasando frente a una cafetería, vio un cartel donde ponía que allí se vendía el budín. Entró y la dependiente le dijo que no le quedaba, que lo acababa de servir, las dos últimas porciones, a un señor que estaba sentado en una de las mesas de la cafetería.

Eddy, se acercó a la mesa que le había indicado la camarera y le pidió al señor del budín si podía venderle un trozo. Cuando el señor se giró, ambos se llevaron una sorpresa; el señor del budín era su amigo Michel. Después de una larga conversación se despidieron prometiendo escribirse. El tiempo pasó y volvieron a perder el contacto.

Pasado el tiempo, Eddy, ya con cincuenta años, viajó a Nueva York con motivo de una reunión de su empresa de telas. Después de la reunión, se ofreció una recepción, en un lujoso hotel para los ochenta invitados. El postre de esa cena era una versión del famoso budín de Michel. A Eddy enseguida le vino a la mente la imagen de su amigo francés. Cuando estaba observando la puerta de entrada, esta se abrió y apareció Michel.

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