18 de abril de 2014

VIAJANDO EN UN PAQUETE POSTAL


En el año 1914, May Pierstorff, una niña de cuatro años de Grangeville (Idaho), le pidió a sus padres visitar a su abuela que vivía en Lewiston (Maine), a más de ciento veinte kilómetros de distancia. El billete de tren era muy caro, así que sus padres buscaron otra alternativa.

Se enteraron de que no había ninguna norma o prohibición específica de enviar a personas como paquetes postales. Decidieron que enviarían de esa manera a la pequeña May.

Pocos días después, el19 de febrero de 1914, los padres de la niña presentaron un paquete en la oficina de correos de Grangeville que pesaba veintidós kilos exactos, el límite permitido era de 22,68 kilos. El franqueo, que costó cincuenta y tres centavos de dolar en sellos, iba adherido al abrigo de May.

La niña nunca estuvo en una caja, viajó en el compartimento de correo del tren y, una vez que el tren llegó a Lewiston, fue entregada sana y salva en casa de su abuela por el cartero, Leonard Mochel.

Otro caso fue éste: En el año 2004, Sandra De los Santos era una estudiante de derecho en la Habana, que se fue de vacaciones a las Bahamas. Una vez allí se metió a sí misma en una caja de madera que mandó enviar a los Estados Unidos. En la caja, con ella, metió un teléfono móvil y una botella de agua.

Seis horas más tarde llegó a  Miami, los trabajadores de DHL escucharon una voz que provenía de la caja y la abrió. Sandra, una vez allí, pidió asilo político en Estados Unidos y se le concedió.

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