29 de abril de 2014

MUERTE Y ENTIERRO DE MOLIÈRE


Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), conocido como Molière, fue un gran dramaturgo francés. Murió en 1673 mientras representaba en el Palais Royal su famosa obra “El enfermo imaginario”. Empezó a sentirse mal, con unos dolores terribles, se desvaneció, volvió en sí, aguantó, con grandes esfuerzos, hasta el final. No murió hasta que oyó la ovación del público. Fue trasladado a su casa con la ropa de la función, un traje color amarillo, que ha dejado hasta nuestros días la superstición de la mala suerte amarillo en los escenarios.

Mientras se veía morir pidió asistencia religiosa, pero se la negaron, por ser actor. El llamado Ritual de París promulgado en 1654 prohibía dar asistencia religiosa a las rameras, cómicos, usureros, y brujos. Se les prohibía recibir la comunión durante toda su vida y tampoco podían tener un entierro cristiano.

Entre los propósitos de la iglesia estaba que Molière acabase en un agujero a orillas de cualquier camino de las afueras de París. Gracias a la intervención del rey Luis XIV, su mecenas y padrino de su primer hijo, pudo ser enterrado en el cementerio de San José, en París. Lo enterraron de noche, a escondidas.

Para convencer al arzobispo de París, el rey utilizó un argumento curioso, le dijo que su normalmente los entierros cristianos se hacían a un metro de profundidad que autorizara inhumar a Molière unos metros más abajo, porque en esa profundidad la tierra sería menos sagrada. El argumento no era muy bueno, pero convenció al arzobispo.

Años después Molière fue trasladado a un esplendido panteón del cementerio Père Lachaise, inaugurado en 1804. Según cuentan, ese traslado, sólo fue una estrategia para atraer clientes al cementerio, y que se enterrasen allí. También se trasladaron los restos de La Fontaine y de los amantes Abelardo y Eloísa. La maniobra funcionó, la gente se peleaba por comprar tumbas. Ahora el cementerio Père Lachaise es una de las necrópolis más hermosas y distinguidas del mundo.

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