26 de abril de 2014

CLASES SOCIALES EN EL SIGLO DE ORO


En el Siglo de Oro había diferencia ante la ley, para los nobles y los plebeyos. El primer privilegio nobiliario era la dispensa de impuestos directos. Ese no era el único, los nobles no podían ser sometidos a torturas, sólo en casos excepcionales, no los apresaban por deudas, y si ingresaban en prisión su régimen penitenciario era especial; no podían ser azotados ni enviados a galeras. En caso de pena de muerte no se les ahorcaba, se les decapitaba.

En cualquier acto público los nobles tenían derecho preferente sobre los plebeyos. Compraban carne sin sisa, tenían derechos determinados de caza, monopolio de algunos oficios, etc. Los matrimonios entre plebeyos y nobles eran casi imposibles. Los plebeyos que no tenían esperanza alguna de ascender en la escala social se tenían que conformar con presumir de lo que tenían.

En la nobleza existían jerarquías. Los primeros era los Grandes, que poseían grandes señoríos, muchos tenían sangre real y el rey les daba el tratamiento de primos y podían permanecer cubiertos delante del rey. Los segundos en la lista eran los títulos; condes y marqueses, también poseían señoríos y rentas abundantes, que les permitían vivir sin necesidad de trabajar con sus manos, rentas que completaban con el disfrute de cargos municipales.

Otro de escalón social eran los hidalgos. La denominación viene de “Hijosdalgo” (Hijos de algo), eran descendientes de personas que se habían distinguido por sus hechos o por su posición. Éstos normalmente vivían en aldeas y pequeñas villas, muchos de ellos no tenían demasiados recursos económicos y en los padrones municipales figuraban como mendigos. Su día a día era ganarse la vida trabajando, a las dos o lastres de la tarde paseaban con la espada al cinto. Si ganaban 200 o 300 reales, ya no hacían nada hasta que lo gastaban y entonces a trabajar de nuevo.

Durante los siglos XVI y XVII se crearon nuevos títulos nobiliarios. En 1520 sólo había 26 grandes y en 1616; 19 duques, 65 marqueses y 68 condes, más otros cincuenta títulos en la Corona de Aragón. Felipe IV creó 115 títulos y Carlos II, 295.

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