27 de marzo de 2014

LA JORNADA DE UN MONJE SEGÚN SAN BENITO


Según San Benito el día a día de un monje debía transcurrir de la siguiente manera:

“La ociosidad es enemiga del alma. Los hermanos deben consagrar algunas horas del día al trabajo, tanto manual como a la lectura de las cosas divinas. Es por lo que creemos conveniente reglamentar estas ocupaciones de la manera siguiente:

De Pascua a kalendas de octubre, los hermanos se dedicarán las cuatro primeras horas del día a los trabajos necesarios. De la cuarta a la sexta se dedicaran a la lectura.

Desde la sexta hora, concluida la comida, descansarán en el lecho en perfecto silencio. Si alguien quiere leer puede hacerlo, pero sin incomodar a nadie. Se dirá Nona un poco antes de lo ordinario, en torno a las ocho horas y media. Después se pondrán a trabajar hasta las vísperas.

Si los hermanos se ven obligados a trabajar más por razón de necesidad o pobreza en las cosechas, no se afligirán por ello. Es entonces como se verá si son verdaderos monjes, cuando vivan del trabajo de sus manos, siguiendo el ejemplo de nuestros padres y de los apóstoles. Que, sin embargo, se haga todo con moderación, por atención a los débiles.

De las kalendas de octubre a comienzo de Cuaresma, los hermanos descansaran de lectura hasta el fin de la segunda hora; a la segunda hora se dirá Tercia. A continuación trabajarán hasta la novena hora en aquellas obras que se les encomienden. Al primer toque de Nona dejarán el trabajo, de forma que estén preparados para cuando suene el segundo toque. Después de la comida se aplicaran a las lecturas y al estudio de los salmos.

Durante la Cuaresma, se ocuparan de la lectura desde la mañana hasta el fin de la tercera hora; luego trabajarán hasta la décima hora, según les sea ordenado. Durante la Cuaresma, recibirán cada uno un libro de la biblioteca que, por orden, leerán entero. Estos libros les serán entregados al inicio de la Cuaresma.

El domingo todos descansarán de lectura, salvo aquellos empleados en diversos oficios. Si alguno es tan negligente y perezoso que no quiere ni puede meditar ni leer, se le dedicará a algún trabajo a fin de que no permanezca ocioso. A los hermanos enfermos o delicados se les dará una obra o trabajo que les guarde de la ociosidad, sin abrumarles, pero sin inducirles tampoco a esquivarlo. El abad debe tener en consideración su debilidad”.

San Benito de Nurse-Regla de los monjes, cap.48.

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