25 de febrero de 2014

EL NIÑO DEL DIENTE DE ORO


En el año 1593 se difundió la noticia de que el 22 de diciembre de 1585, ocho años antes, había nacido un niño en la aldea de Weigelsdorf, en Silesia, al que cuando contaba con dieciocho mese le creció un diente de oro (el molar inferior izquierdo). El niño se llamaba Christoph Müller.

Todos los estudiosos de la época comenzaron a investigar. El profesor de medicina Jakob Horst, contactó con la familia del niño y le realizó una prueba que consistía en frotar sobre la pieza con una piedra de toque (piedra para conocer la pureza del material con el que está hecha una pieza de joyería, generalmente se utiliza para oro, pero también para la plata). El resultado de la prueba no dejó dudad, el diente de oro era real, sin embargo oro de baja calidad.

Jakob Horst publicó, en 1595, un tratado sobre el caso que tituló; “De Aureo dente maxillari Silesii pueri” (Del diente de oro del niño de Silesia). Atribuía el origen del diente a fuerzas sobrenaturales. Decía que el 22 de diciembre de 1585 coincidía con el solsticio de invierno y que había habido una rara alineación de los planetas. El Sol se encontraba en la constelación de Aries en conjunción con Marte, Saturno y Venus. Decía que gracias a eso, el cuerpo del niño segregaba en lugar de masa ósea, oro puro. Horst creía que la aparición del diente de oro era un aviso del fin de la expansión del Imperio Otomano, al mismo tiempo, indicaba un próspero futuro al Sacro Imperio Romano Germánico. Por el hogar de los Müller pasaron muchísimos investigadores y curiosos para ver al niño del diente de oro.

Duncan Liddell, un médico escocés, no estaba de acuerdo con los demás investigadores y empezó a indagar por su cuenta. Publicó el “Tractatus de Aureo pueri Silesiani dente”. En él, trataba de demostrar que el diente de oro del niño se lo habían colocado. Su primer argumento fue que el 22 de diciembre de 1593 el Sol no estaba en la constelación de Aries ya que no se produce hasta marzo.

También publicó una carta escrita el 31 de diciembre de 1595 por Balthazer Caminoeus, médico de Fráncfort, en la que describía cómo el niño sólo enseñaba el diente cuando le pagaban. Otro médico que lo exploró, comprobó una pequeña grieta muy sospechosa.

Con el paso de los años, el diente de oro se fue desgastando, descubriéndose que se trataba de una capa muy fina de oro colocada sobre su propio diente. Cuando esto sucedió, el chico, no quiso volver a enseñar el diente, para no ser descubierto.

Un día llegó a su casa un noble para ver al niño con el diente de oro, el muchacho se negó, y el hombre le asestó una puñalada en la mejilla. Cuando fue atendido por el médico para suturarle la herida, descubrió el fraude y se lo comunicó a las autoridades.

Después de saberse la verdad, los expertos analizaron el diente llegando a la conclusión de que era una verdadera obra de arte y que quién la colocó un buenísimo orfebre. Este diente pasó a ser, para la historia de la odontología, el primer caso documentado de corona dental.

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