1 de octubre de 2013

EL VAMPIRO DE DÜSSELDORF


Peter Kürten, conocido como “El vampiro de Düsseldorf”, nació en Colonia (Alemania) en 1883. Procedente de una familia muy pobre con trece hijos (él era el tercero), su padre alcohólico, en paro y maltratador, propinaba grandes palizas a su esposa y a sus hijos.

A los ocho años, Peter se fugó de casa, lo pillaron. Un tiempo después lo intentó de nuevo, esta vez le salió bien y desde ese momento vivió de sus robos. Le pegaba a los perros vagabundos, estrangulaba ardillas y practicaba la zoofilia con las ovejas, después las degollaba. Cuando volvió a su casa intentó violar a una de sus hermanas pequeñas.

En 1897 fue encarcelado por robo, esa fue su primera de sus múltiples condenas a lo largo de su vida. En 1913 violó y degolló a una niña de 13 años, se llamaba Christine Kelin.

Cuando contaba con 40 años se casó y su vida comenzó a cambiar. Empezó a vestir de forma elegante. Trabajaba de conductor de camiones y nadie sospechaba de su doble vida, ni siquiera su esposa.

Entre los años 1925 y 1930, sucedieron en la ciudad alemana de Düsseldorf una cadena de crímenes espeluznantes. Peter asesinaba a sus víctimas y se bebía su sangre después.

Además de eso, incendiaba casas en ruinas repletas de vagabundos en su interior, sólo por placer. A una niña de nueve años, Rose Ohliger, la roció con gasolina y le prendió fuego, sólo por disfrutar, etc. La policía incapaz de identificar al asesino, les pidió ayuda a las bandas de delincuentes de la ciudad para lograr encontrarlo.

En 1930, Peter intentó matar a María Burlier, pero fracasó. María acudió a la policía y les dio una descripción muy real y detallada del asesino.

La señora Kürten al leer en la prensa la descripción, se desmayó impresionada y fue a la policía a decirles que el asesino era su marido.

Durante el juicio, Peter se dedicó a escribir cartas de disculpa a la familia de las víctimas, en esas cartas les decía que él necesitaba beber sangre.

Fue condenado a muerte el 2 de julio de 1931, en el patio de la prisión de Klügelpüts en Colonia, el verdugo lo decapitó. Su último deseo fue que cuando lo decapitase le dejase escuchar el sonido de su propia sangre cayendo al suelo.

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