2 de mayo de 2013

EL HUNDIMIENTO DEL SANTA ISABEL


La noche del 2 de enero de 1921, se hundió el buque Santa Isabel. Murieron 213 pasajeros y tripulantes. El capitán Esteban García Muñiz intentaba con todas sus fuerzas alcanzar el puerto de Villagarcía (Pontevedra) en medio de un fuerte temporal. Pero no lo logró. Una roca fue la culpable de este accidente.

En lo que fue su última travesía, el Santa Isabel volvía de Bilbao haciendo algunas paradas en los puertos del norte, recogía a emigrantes que más tarde embarcarían en el puerto de Cádiz, para lograr su “sueño americano”.

En Villagarcía tenían que embarcar los últimos pasajeros. Un viento y una lluvia impresionantes imposibilitaron que el buque llegara a puerto. A la entrada de la ría de Arousa, en la isla de Sálvora, el barco encalló en una roca y quedo reclinado de estribor.

El capitán del buque ordenó desalojar el barco y que los telegrafistas comunicaran su posición, en sólo quince minutos el barco quedó a oscuras. El pánico cundió entre los pasajeros y la radio dejó de funcionar.

Las últimas palabras del telegrafista fueron “estamos en Sálvo…”, y se cortó la comunicación. Muchos entendieron que el “salvo” quería decir que estaban bien, la realidad era otra.

Otros buques intentaron encontrar al Santa Isabel, pero el temporal del suroeste se lo impidió. Las cincuenta y seis personas que se salvaron lo hicieron alcanzando a nado la isla de Sálvora ayudadas (en su mayoría) por tres mujeres que vivían allí y que, con ayuda de una pequeña barca remolcaron los botes salvavidas.

Esas heroínas se llamaban Josefa Parada de 16 años, Cipriana Oujo de 25 años y María Fernandez de 14 años, salvaron a cuarenta y ocho personas. La hazaña les valió varias medallas al merito y el reconocimiento de Muy noble, muy leal y muy hospitalaria a la villa de Ribeira, concedido por el rey Alfonso XII.

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