2 de febrero de 2013

LA EMPERATRIZ TEODORA



La emperatriz romana Teodora, esposa de Justiniano I, parece ser que nació en Chipre, pero paso su juventud en Constantinopla con su madre, una prostituta amancebada con el guardián de una casa de fieras que se llamaba Acacio.

Después de la temprana muerte de Acacio, Teodora ayudó al mantenimiento de su familia con diversos trabajos, entre ellos actriz y bailarina, donde destacó, más por sus escándalos eróticos que protagonizaba que por su calidad artística.

Tras pasar un tiempo en el norte de África con su amante Eubolo, volvió a Constantinopla y conoció y enamoró al que era en ese momento senador, Justiniano. Ya que la ley romana prohibía el matrimonio de senadores con actrices o cortesanas, totalmente enamorado, consiguió que su padre adoptivo, Justino, el emperador gobernante, derogase esa ley. Además tuvo que enfrentarse a la opinión de la emperatriz Eufemia, que se opuso a su matrimonio con una cortesana plebeya. Justiniano no hizo ni caso a este inconveniente, y se caso con la que cuando Justiniano fue elevado al trono imperial, se convirtió en emperatriz, Teodora.

Según cuentan era una mujer de gran belleza, muy inteligente y una gran fuerza de voluntad. También era muy cruel, depravada y ambiciosa. Cuando fue emperatriz, impulso una gran relajación moral en todo el imperio, y se autoproclamo defensora de las esposas infieles.

Enemiga de las rígidas leyes romanas contra el desnudo total, dicen que acostumbraba a mostrarse en público vestida únicamente con una cinta y que, en muchas fiestas campestres, abría sus puertas de Venus a más de diez jóvenes en una tarde. Otras veces satisfacía a unos treinta esclavos cada noche.

Abandonó ese comportamiento cuando se convirtió al cristianismo. Cambió radicalmente y desde ese momento fue un dechado de moralidad y una defensora de los valores morales cristianos.

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