9 de diciembre de 2012

LOS AZTECAS Y LA ANTROPOFAGIA



Según la creencia azteca, los dioses comían carne humana, sobre todo corazones humanos frescos. No satisfacer este deseo podía acarrear la destrucción del mundo. Así, el sacrificio humano se convirtió en la función más importante de la casta sacerdotal azteca.

La mayoría de los hombres sacrificados eran prisioneros llevados a Tenochtitlán, la capital azteca, por los comandantes militares. Se obligaba a la víctima a ascender las pirámides truncadas, que dominaban los recintos sagrados de la ciudad, allí lo agarraban cuatro sacerdotes, uno por cada extremidad y lo colocaban boca arriba sobre un altar de piedra.

A continuación, un quinto sacerdote abría el pecho de la víctima con un cuchillo de obsidiana, le extraía el corazón que aún latía y lo restregaba por la estatua de la divinidad que presidía la ciudad. Luego los ayudantes echaban a rodar el  cuerpo escaleras abajo. Otros ayudantes cortaban la cabeza, la atravesaban de lado a lado con una vara de madera y la exponían en una estructura enrejada, junto a los cráneos de las anteriores víctimas. Todo este  proceso se cita en un pasaje de la “Historia general de las cosas de la Nueva España”, de fray Bernardino de Sahagún.

El banquete redistributivo antropofágico de los aztecas proporcionaba a los guerreros cantidades importantes de carne en recompensa de su éxito en el combate.

La razón de que los aztecas y sus dioses devoraban a los prisioneros de guerra en lugar de ponerlos a trabajar como campesinos y esclavos, parece ser que es porque los aztecas no lograron domesticar el tipo de animales con cuya carne contaban en otras sociedades. Carecían de ovejas, cabras, vacunos, etc., que se alimentasen de hierba y hojas incomestibles para el hombre. Su principal fuente doméstica de carne era el pavo y el perro, pero eran poco aptos para la producción masiva de carne, ya que no se alimentan de hierbas o plantas y su alimento es el mismo que el de los hombres. Intentaron criar razas de perros que se pudieran engordar con alimentos vegetales cocidos.

Sí comían en cambio venado, pescado y aves acuáticas, pero había tan pocos que no bastaban para alimentar a toda la población. También comían escarabajos, larvas de libélula, saltamontes, etc. que eran una gran fuente de proteínas. Todas esas opciones no les eran válidas ya que no había suficiente para alimentar al millón y medio de habitantes del radio de 32 kilómetros de Tenochtitlán.

Al utilizar a los cautivos como alimento en festines redistributivos, los dirigentes aztecas podían ser grandes abastecedores y así hacerse merecedores del apoyo de sus seguidores.

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