15 de junio de 2012

ENTIERROS EN EL ANTIGUO EGIPTO


Una vez momificado, el cadáver era colocado en un féretro. En el Imperio Antiguo solía ser un sencillo sarcófago de madera o piedra. Después se adornaba con jeroglíficos y figuras. La cabecera del sarcófago tenía pintados dos ojos, las mirillas del Ka. También para el Ka eran las dos puertas simuladas, una a cada lado.

Después los sarcófagos se cubrían de invocaciones funerarias (glorificaciones). Como no cabían todas en la parte exterior del féretro, había que escribirlas en papiros que eran colocados al lado de la momia y formaban el Libro de los Muertos.

Cuando la momia ya estaba en el féretro y la tumba en la tierra o en la roca estaba preparada se desarrollaba una ceremonia fantasmagórica.

El cortejo fúnebre partía siempre de la orilla oriental del Nilo, donde el féretro era colocado en una balsa con un palio central y muchas flores. La esposa e hijas del muerto (si era padre de familia), se sentaban a los lados del féretro con los pechos descubiertos, llorando y gimiendo, mientras el sacerdote de los muertos, con una piel de leopardo sobre los hombros, echaba nubes de incienso sobre la momia.

Precedía a la balsa una pequeña embarcación en la que iba un familiar varón del muerto gritándole al marinero sobre las aguas del río: “Vira al oeste, la tierra de los justos. Las mujeres de esa balsa lloran mucho. Hacia el oeste, en paz. Tú, bienaventurado, ve en paz. Cuando el día se haga eternidad volveremos a verte. Mira, vas a la tierra en la que todos los hombres se reúnen”.

Formaban el cortejo más o menos embarcaciones, según la importancia del muerto y el número de sus familias. La barca que transportaba el féretro era sacada del agua en la orilla opuesta por cuatro bueyes y arrastrada hasta la tumba.

El personaje principal de la ceremonia fúnebre era un sacerdote llamado “sem”. Cuando llegaba el cortejo, el sem estaba tendido en la tumba, vendado como una momia. Entonces tres hombres lo despertaban y él se levantaba con gran solemnidad y procedía a la operación de abrir los ojos y la boca del muerto utilizando el dedo meñique. Así el muerto podría ver y comer otra vez.

La ceremonia se cerraba con un rito cruel. Mientras el duelo se despedía de la momia, se le cortaba una pata delantera a una ternera viva. La idea de que el difunto pudiera padecer hambre durante su tránsito al Mundo Inferior era insoportable para los egipcios.

Al egipcio le resultaba intolerable la idea de morir sin tener la tumba preparada o en tierra extranjera. El que moría en la guerra o durante un viaje por Nubia o a las costas del mar Rojo, podía estar seguro de que sus amigos y parientes lo llevarían a su país.

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