9 de enero de 2012

LUIS XIV Y VERSALLES


Asustado por la revolución ciudadana de La Fronda, que estalla durante su juventud en París, Luis XIV, el Rey Sol, sueña con construir un palacio fuera de la capital. Se cree predestinado por Dios para contener el desorden y dar la gloria a Francia.

Estudia todas las posibilidades de su proyecto. Se rodea de los mejores arquitectos y artistas de su época. No duda incluso en “robar” sus futuros colaboradores, quitándoselos a los hombres de su corte que los mantienen a su servicio.

A Fouquet, superintendente de la Hacienda real, le escamotea algunos de sus valiosos colaboradores, el arquitecto Le Vau, el jardinero Le Nôtre, el pintor Le Brun, el músico Lully y el comediante Molière... Para evitar suspicacias encierra a Fouquet en un calabozo, donde permanecerá durante años junto a un misterioso personaje que lleva una mácara de hierro.

Los arquitectos y jardineros trabajaron de acuerdo a unas normas calculadas para crear la imagen de la Ciudad del Sol, un sueño que todos los místicos, desde Platón a Campanella, habían formulado en un lenguaje religioso.

Las habitaciones de Versalles están dispuestas como las estancias del “castillo interior” de Santa Teresa. En el centro dormía el rey, rodeado de siete apartamentos que llevan los nombres de los siete planetas conocidos en su época.

En Versalles aparece además otro número mágico, el tres. Tres grandes carreteras conducen al palacio desde París, tres ventanas se abren a los apartamentos reales, tres patios, tres verjas y dieciocho estatuas. Hasta la capilla del palacio, consagrada a la Iglesia triunfante, muestra en su altar mayor el símbolo triangular de la Trinidad.

A lo largo de su vida, Luis XIV llenó de juegos y de adivinanzas el recinto de Versalles. Construyó una galeria de espejos donde se multiplicaban las luces de las fiestas, levantó pequeño pabellones de recreo y se hizo edificar una Venecia en miniatura para jugar con sus góndolas, navegando por los estanques.

A veces consumía docenas de huevos pasados por agua para demostrar a sus cortesanos las habilidad con la que descascarrillaba de un solo golpe de cuchillo. Otras veces daba grandes fiestas, a las que acudía con disfaces surrealistas; vestido de árbol o de chimenea.

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