11 de noviembre de 2011

NAPOLEÓN EN SANTA ELENA


En vez de una fuga deshonrosa, Napoleón, prefirió una solución más digna y se entregó al gobierno británico, dónde lo deportaron a Santa Elena. Sus protestas formales no le sirvieron de nada.

Tras una travesía de dos meses a bordo del Northumberland, el 14 de octubre de 1815, Napoleón avistaba n la costa de Santa Elena. Su primera parada fue la principal población; Jamestown, que se reducía a unas pocas casas a lo largo de un camino entre dos laderas, allí pasó una noche.

Los dos meses siguientes se instaló en la residencia de un colono llamado Briars. Mientras, las autoridades acondicionaban la residencia definitiva de Napoleón, Longwood, a cinco kilómetros de Jamestown. El sitio era ideal para prevenir una fuga pues estaba sobre una meseta de 500 metros en el centro de la isla, delimitada por un lado por el pico más alto de Santa Elena y por el otro, por los acantilados de la costa.

El lugar estaba deshabitado antes de su llegada. La casa había sido en un principio un establo, sin apenas árboles y con un suelo muy apropiado para cultivar. El paraje transmitía desolación, la humedad impregnaba las paredes, las termitas corroían el edificio y los muebles y las ratas campaban a sus anchas.

En su destierro le acompañaron unos cuantos hombres de su confianza junto con sus familias y unas decenas de servidores. Napoleón insistió en mantener la etiqueta, así que nadie podía dirigirse a él ni sentarse sin su permiso, las comidas se hacían con todo el protocolo utilizando la lujosa vajilla traída de Francia.

Por la noche se celebraban tertulias literarias y científicas. Se recitaban obras de teatro de los trágicos griegos y franceses. Su tiempo lo empleaba en escribir sus memorias, cuidar del jardín y una huerta que creó junto a la casa.

2 comentarios :

profedegriego DICE

¡Triste destino para un isleño corso acabar sus días en otra isla tan lejana de su Mediterráneo!
Mil saludos, Ana.

Ana DICE

Profedegriego, si que debe ser triste morir tan lejos de tu tierra, además sin ser una decisión propia. Un beso.