6 de noviembre de 2011

LA LEYENDA DE MBURUKUJÁ


Mburukujá era una joven española, llegó a tierras guaraníes con su padre que era capitán del ejército. Ese no era su nombre cristiano, sino el que le puso un aborigen guaraní que la amaba con locura. Se veían a escondidas del capitán, que no hubiese permitido esos encuentros y mucho menos que se casase con un hereje y enemigo.

El padre había elegido a un capitán que la quería, aunque ella le correspondía con desdenes porque no lo amaba. Eso desesperó a su padre, autoritario y despótico. Así los amantes cada vez se veían menos, y las veces que lo hacían era al anochecer y a escondidas, ya que ella no podía burlar la vigilancia del padre. Al amanecer el enamorado se iba tocando sonidos melancólicos con su flauta de caña.

Una noche dejaron de oírse esos sonidos. Mburukujá lo buscó a la noche siguiente, pero no lo encontró. Pensó que estaba herido por haber luchado con alguna fiera del bosque, pero no pensó que él la hubiera olvidado.

El joven no regresó. Ella se volvió pálida, ojerosa, la mirada triste y la expresión de dolor en la cara. No podía confiarle a nadie su secreta desesperación. Un día, al atardecer, estaba mirando al infinito y vio aparecer entre unos matorrales a una vieja india. Era la madre de su amado y venía a contale su triste destino.

Lo había asesinado el padre de ella. Mburukujá siguió a la anciana hasta donde reposaban los restos del joven, una tumba aérea, según la costumbre guaraní, perdida en el bosque.

Desesperada cavó una fosa, depositó allí el cuerpo de su aor, y sobre él se clavó en el corazón una flecha de plumas que él le había regalado. La flecha quedó sobre el corazón de la joven muerta con una exótica flor que brotó de ella.

La anciana, siguiendo las órdenes de Mburukujá, se encargó de enterrar los cuerpos. Tiempo después, ella fue la primera en ver cómo de aquella sepultura brotaba una planta, desconocida hasta ese momento.

Era el Maracuyá. Dicen los Habitantes de la selva y el rio, que si en ella se ven los atributos de la pasión, es porque Jesús aprobó el sacrificio de la doncella.

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