24 de abril de 2009

LIBROS SIBILINOS


Existía una leyenda, relatada por el historiador griego Dionisio de Halicarnaso, según la cual Tarquinio “el soberbio”, rey de Roma, le compró a una anciana tres libros llenos de oráculos sibilinos. Se supone que era la sacerdotisa que ocupaba en aquel momento la sede de Cumas. Estaban escritos en griego, en hojas de palmera, que posteriormente fueron de papiro.

Para custodiarlos se designó una comisión de diez ciudadanos distinguidos (decenvires), que desempeñaban este cargo de por vida y quedaba exentos de prestaciones militares y de cualquier otra obligación ciudadana y en cuya ausencia no se permitía a los hombres consultar los oráculos.

Los oráculos se consultaban por orden del Senado, cuando una revuelta se apoderaba de la ciudad o cuando en una guerra sobrevenía una gran catástrofe, como por ejemplo en la segunda guerra púnica. También cuando sucedían visiones de difícil interpretación. En el 83 a. C., los libros sibilinos fueron destruidos en un incendio del templo en el que se guardaban.

El Senado ordenó recomponerlos a base de recoger los existentes en otros lugares. En tiempos de Augusto se corrigieron y se fijo una versión definitiva, que se guardaron en dos arcas en el pedestal de la estatua de Apolo (inspirador de los libros) en el Palatino. Estos libros no llegaron hasta nuestros días porque en el año 405 se destruyeron otra vez.

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