26 de noviembre de 2008

LA MALDICIÓN DEL ÓPALO



El ópalo no siempre ha sido, según la cultura popular, una piedra que entre otras cualidades es beneficiosa para cargar energía. A lo largo de la historia muchas personas han creído que atrae la mala suerte.

El origen de esto es posible que se encuentre en unos relatos de Plinio, en los que dice que el senador Monius fue enviado al destierro por Marco Antonio, debido a que el político no quiso ni ceder ni vender un magnífico ópalo, del tamaño de una avellana, que lucía en las grandes ocasiones. Momius tomó el camino del exilio, pero se llevó con él su ópalo, por lo que el gesto de Marco Antonio fue inútil, ya que no pudo apropiarse de la piedra que tanto quería.

Durante el siglo XV en Venecia, padecieron una espantosa epidemia. La peste asoló la ciudad, y muchos murieron. Fue por entonces que comenzó a difundirse la creencia de que el ópalo, en contacto con un apestado, resplandecía con mayor intensidad de lo habitual. Luego el enfermo moría. La tradición aseguraba que en el momento de la muerte la piedra se opacaba por completo, no recuperando su brillo.

Investigaciones científicas han demostrado que, debido a la fiebre alta, el cuerpo del enfermo suda, la peste ocasiona cambios químicos en la composición del sudor, que son las que opacan el ópalo y algunas otras piedras preciosas.

Dos príncipes y dos reinas españoles murieron luciendo un anillo de ópalo. Al parecer la sortija llevada por estas cuatro víctimas reales pertenecía a la condesa de Castiglione, célebre por su belleza en la corte de Napoleón III.

Esta leyenda cuenta que la condesa, envió el anillo como prueba de buena voluntad a la reina María Cristina, con quien estaba enemistada. Lo que de verdad quería sabiendo su mala influencia, era provocar la muerte de la reina, para que dejara de ser su rival. Para protegerse del mal que pudiera ocasionarle, se cree que la reina, viuda de, viuda de Alfonso XII, lo hizo bendecir y lo envió a un santuario, donde aún hoy permanece.

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