1 de abril de 2008

ACOMPAÑANDO A LA MOMIA A SU TUMBA

En el momento de inhumar al difunto, acompañaba a la momia un cortejo que debía cruzar el Nilo, pues las tumbas siempre estaban situadas en la orilla izquierda del río, zona que los egipcios consideraban como el mundo de los muertos.

Amigos y parientes se reunían en torno al difunto. La momia reposaba en un ataúd abierto sobre un trineo. Un sacerdote precedía el cortejo, esparciendo leche e incienso. Actuaban plañideras profesionales empleadas por las familias, y también invitaban a algunos bailarines.

Al llegar a la tumba, el hijo mayor del difunto abría la boca de la momia, este acto permitía al alma volver a su cuerpo. Un sacerdote tocaba la boca, los ojos, la nariz, las orejas y otras partes del cuerpo con objetos sagrados. Luego se cerraba el sarcófago antes de depositarlo en una tumba de piedra.

En el Imperio Antiguo, los sarcófagos eran rectangulares y de madera, a partir del Imperio Medio tomaron la forma del cuerpo humano y se elaboraban con una especie de cartón hecho de hojas de papiro.

Al muerto cuya vida continuaba en el más allá, no debía faltarle nada, su familia depositaba junto al sarcófago alimentos, vestidos, una cama, muebles, vajillas, juegos... Si el difunto había sido soldado, era inhumado con armas, si había sido escriba, con su material de escritura.

En la ceremonia, los sacerdotes leían el libro de los Muertos para asegurarle una vida feliz en el más allá. Finalmente, cerraban y sellaban la tumba.

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